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sexta-feira, 2 de outubro de 2009

Saint Thérèse de Lisieux.




POR QUÉ TE AMO, OH MARÍA.

Cantar, Madre, quisiera por qué te amo.
Por qué tu dulce nombre
me hace saltar de gozo el corazón,
y por qué el pensamiento de tu suma grandeza
a mi alma no puede inspirarle temor.

Si yo te contemplase en tu sublime gloria,
muy más brillante sola
que la gloria de todos los elegidos juntos,
No podría creer que soy tu hija,
María, en tu presencia bajaría los ojos...

Para que una hija pueda a su madre querer,
es necesario que ésta sepa llorar con ella,
que con ella comparta sus penas y dolores.
¡Oh dulce Reina mía, cuántas y amargas lágrimas
lloraste en el destierro para ganar mi corazón.

¡oh Reina! Meditando tu vida
tal como la describe el Evangelio,
yo me atrevo a mirarte y hasta a acercarme a ti.
No me cuesta creer que soy tu hija,
cuando veo que mueres, cuando veo que sufres como yo

Cuando un ángel del cielo
te ofrece ser la Madre de un Dios que ha de reinar eternamente,
veo que tú prefieres, ¡oh asombroso misterio!,
el tesoro inefable de la virginidad.

Comprendo que tu alma, inmaculada Virgen,
le sea a Dios más grata
que su propia morada de los cielos.
Comprendo que tu alma, humilde y dulce valle,
contenga a mi Jesús, océano de amor.

(Au Petite Thérèse)

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